lunes, 28 de mayo de 2007

Que maneras más curiosas de recordar tiene uno…

Por: Andrea Maikowsky

Play…comenzó la película. Es una cinta en blanco y negro producida algunos años atrás, tres o cuatro años por lo menos. Quizás por eso está tan inquieta recostada en la cama, adelantando y retrocediendo de manera natural cada escena. Porque sí, es una secuencia de imágenes que ha visto más de una vez, algunas veces con encanto y gratitud, mientras que otras con decepción y melancolía absurda.

Pero aún así y por inercia en ocasiones como ésta, se decide a quitarle el pause a la cinta y seguir. Corren nuevamente las acciones, las frases cursis y necias, los acontecimientos revividos en ya varias ocasiones y para que mencionar los más de un clímax que la han convertido en su preferida. No porque sea una de las típicas con un vivieron felices para siempre, sino más bien por la atmósfera que hace de un instante una odisea. Situándola como una telespectadora inerte más que ve desarrollarse las acciones en su mismo espacio y que por este mismo temor que la sacude y envuelve a la vez, preferiría deshacerse de la cinta. No tenerla más en su poder, regalarla, tirarla, devolvérsela a aquél que fue partícipe de aquella inolvidable sugerencia, pero no, él ya no está ni cerca. Se aburrió de la película antes que ella y hasta tiene otra dentro de sus favoritas.

Mientras pasaban las escenas se detuvo a pensar, pero de una manera inconciente sin saber por qué lo hacía o más bien por una necesidad sentida, agobiante y con deseos de tomar forma propia. ¿Para qué volver a ver algo que ya pasó y que después de un constante repetir de avanzar- retroceder no se consigue nada nuevo?, no se llega a una tranquilizante y necesaria conclusión no abordada ni mucho menos a la utopía arraigada de un cambio del final. Por el contrario, todo sigue igual al verla hoy, mañana o en un año más.

Las cosas están hechas para no ser cambiadas en muchas ocasiones, en muchas vidas, en muchas experiencias e inexperiencias. Ese pensamiento sostenía mientras abruptamente abre los ojos, con mirada dirigida hacia el techo que lucía más blanco aún, con un tono como divinizado quizás.
Mira el reloj a un costado. Habían pasado dos horas y con la nostálgica sensación de quien es sobrepasado por el diluvio de la memoria y los recuerdos que no han naufragado en bastante tiempo quizás, bosteza y se levanta a encender el televisor…


lunes, 14 de mayo de 2007

"Y me gusta el rock, el maldito rock"

Por: Patricia Palma

El lugar de encuentro es el bar “Pollo Piloto”, Noche de Rock dice mi entrada de 1500 pesos, entro a esta zona totalmente desconocida por mi naturaleza, me siento un poco extraña, un poco fuera de lugar, no es que no me guste el rock, pero nunca antes he asistido a estas tocatas de la típica “picá” de la población. Un primo toca con su banda esta noche, razón por la que me encuentro en este local.
Cuando llegamos a este lugar, la banda todavía está haciendo unos ajustes a los instrumentos. Un dos, un dos, zaa, zaa, probando, el sonido retumba por los parlantes y aparece ese molesto pitito, típico de conciertos amateur.

El sitio es pequeño, a penas cabe la batería entre las mesas, pero a la gente no parece incomodarle estar sentada entre cables y amplificadores. No quedan mesas desocupadas, pero mi primo integrante del grupo rockero, nos consigue algunas sillas. Quedamos a 50 cm del “escenario”, pero da lo mismo dice mi primo, total esta noche es puro Rock n Roll, y termina la frase con un : guaaaaaaaaa. A ya, le digo yo, te tomaste en serio el rol de superestrella de la noche, él solo se ríe.
Damas y caballeros damos inicio a este evento, bueno, la presentación no fue tal, fue más un: “Wuenas noches, gracias por venir, vamos a empezar con rock clásico, a lo mejor conozcan este temita” y así comenzó el griterío dentro del pequeño lugar.
La gente se “prendió” inmediatamente, los pitcher salían como pan caliente, pero sin duda, lo que más se bebía era el pisco, ya que, había más de una botella por mesa.

Por los parlantes suenan clásicos del rock; Guns n Roses, Black Sabbath, ZZ-Top, Ac/Dc, entre otros. En una mesa al fondo del local esta una mujer, es el centro de atención de esa mesa, y se para a cada rato a bailar, “wena rusia” le gritan sus amigos rockanrolleros. La mujer, se mueve al ritmo de la música, todos pa’ la casa del Jorge, grita “la Rusia”.

En este pequeño antro del rock, el tiempo retrocedió. Caballeros bien maduritos parecen transformarse en jóvenes de cabello largo, de ropa negra ajustada y barba mojada con cerveza. Todos cantan los temas en un inglés tipo “guatón llousei”, nadie entiende una línea de la canción, pero da lo mismo, todos tuvieron un amigo en sus años mozos, que le “pegaba” al inglés, quien por supuesto, le explicó lo que cantaban esos gringos chascones “secos” pa’ la guitarra eléctrica.

Y se armó el desorden, cuando David mi primo, el vocalista del conjunto da la partida para la conocida canción: Pan, pan pan, pan, pan papaaaaan, y la gente enloquece. No es que sea la canción de la marraqueta, nada que ver, este es el tema más conocido de los gurús del rock clásico: Deep Purple.

“La rusia” sigue brincando, un curadito la saca a bailar, después de casi 2 horas de rock, parece que los lugareños están un poco cansados, - Tóquese un saun’ po’ amiguito, le grita el hombre con ganas de menear un pocos las caderas.
El rock sigue, la gente no para de beber, nosotros ya estamos cansados y comenzamos a salir, nos despedimos de mi primo y tratamos de avanzar entre las mezas.
- Pero chiquillas, no se vayan tan temprano, si la fiesta recién comienza, grita un caballero,
- Si, grita la rubia del fondo, todos pa’ la casa del Jorge.
Nosotros, mejor, salimos bien rapidito, no vaya a ser que el tal Jorge se entusiasme.
Es viernes, hace mucho frió ¿Qué hacemos me pregunta una prima?
¿Calabaza, calabaza? Para nada, la fiesta sigue en mi casa.

Esa dualidad...

Por: Andrea Maikowsky

Esa dualidad... ese Dr. Jekyll y Mr. Hyde que desborda, confunde, ataca y se convierte en un cáncer dañino, una nube negra que a toda costa quiere expandirse porque confunde las palabras, señales amenas y apacibles con lanzas de ataque. Sin querer ver que es una muestra de un cariño genuino que vive por vivido, por inercia absurda, porque no hay manera de negar aquella existencia, en fin porque antes de ya fue, fue. Es que ese Dr. Jekyll ya no se ve, se fue, ya fue, se esfumó. Ya no queda ni esa imagen de la espera y junta en la plaza, en esa banca de al medio de la avenida y flores, ni la ropa manchada por plumones de primos, sobrinos, familia.

Sólo está al parecer bajo la sombra del recuerdo detrás de Mr. Hyde, lleno de inconsecuencia, negatividad y una lluvia en expansión. Sin querer reconocer, ya sin querer creer se termina aceptando. Es real, porque suma y suma para forjar una barrera, que no permite retroalimentarse y se llena de desgana y cansancio. Porque sí, ya da igual, ya cansaste, ya cada vez los dardos importan menos. Más si están fuera del mapa, sin comportamientos erróneos culpantes ni causantes de irás incontrolables y desbordantes que como Dr. Jekyll se desatan en Mr. Hyde lleno de rencor interno, de problemas introspectivos que no han estado bajo una retrospectiva mirada y a la larga escapan como kamikazes en la constelación equivocada. En la que siempre estuvo manteniendo ese deseo de estrecharte, de volver a despegar en una misma dirección, de acoger que simplemente es aceptarse, pero como es querer certero lejos es estar mejor y en esa realidad se proseguirá... Sin rastro de Jekyll, lo veo hablar...

Será que esta es la realidad...


Por: Francoise Choribit

Sentada en el balcón de la casa que alguna vez fue testigo de su historia y con una vista impresionante de la ciudad que continua su acelerada rutina, ella contempla una foto y se pregunta algo melancólica si será que ésta es su realidad, será esto lo que le depara el destino o será que sólo es el comienzo de algo hermoso que está por venir. Él está tan cerca y al mismo tiempo tan lejano de ella, no puede tenerlo y esa es su realidad.

Aún espera que un milagro ocurra, se le hace tan difícil renunciar a aquel sentimiento que crece cada día más y no sabe que hacer ante eso; ayer lo quería, hoy siente que lo ama; ayer lo tenía entre sus brazos, hoy sólo quedan recuerdos. Será que no habrá nada más o será que nunca hubo nada y sólo estaba vacilando en un mar de ilusiones que la hicieron creer que aquel chico era el príncipe de la historia más linda que podría haber imaginado.

Sin duda, un ángel, un regalo desde el fin del mundo, llegó a su vida en un momento difícil para entregarle amor y esperanza y hoy se la quita como si nunca le hubiese pertenecido. Ella se pregunta cuál es el propósito de todo esto, los motivos y circunstancias que la llevaron a él, aún no los comprende del todo, cuál es el fin de todo.

Hoy él ya no está a su lado, la inmensidad de una cordillera acompañada de miles de kilómetros los separa y sólo le quedan los recuerdos. Aún suele caminar por aquellas avenidas que los vieron compartir tantos lindos momentos, escucha esa canción que fue testigo de sus largas tardes de charlas y de vez en cuando, sobretodo cuando hace frío, prepara té con dulces, tal como aquellos que acostumbraba a comer mientras él tomaba mate compulsivamente y le decía que nadie se compara a Spinetta, su cantante preferido desde la infancia.

Entre promesas y momentos que no olvidará, sean como sean las cosas de ahora en adelante, él siempre será importante, dejó huellas y marcó su vida, en ella vivirá por siempre su esencia, su olor, algo que según sus poemas, impregna el aire y le advierte cuando está cerca, ese olor no se irá del todo de allí, ha quedado en ella. Ese chico al que fue conociendo por medio de una estrecha amistad que se fue trasformando en amor, la había rescatado del vacío, de la soledad e hizo ver que sí existe una nueva oportunidad, que no todo está perdido cuando lo creemos así. Fue su vía de escape cuando no lo estaba pasando bien, fue su segunda oportunidad, aunque en teoría no se la daría.

Ahora lo llevará en su corazón, vivirá en sus sueños, ahora, ha llegado el momento de dejarlo ir, sólo fue un préstamo para salir de la soledad y esta vez le corresponde a ella seguir creando la historia. Sabe que él debe seguir su camino y no lo detendrá, lo quiere ver feliz, pues si él lo es, ella también lo será. Quizás el día de mañana las cosas tomen un giro distinto, si es así, ella lo estará esperando, porque a pesar de todo esta historia no ha concluido, sólo se cierra un capítulo y sólo de él depende que motivo la lleve a su fin, por ahora sólo le queda soñar, recordarlo y saberlo en algún lugar, pensando en ella, pensando en él, pensando en que todo puede cambiar, ya nada más le queda por decir, tan sólo que aquel chico es su ángel, su segundo amor, ella no lo odia, no lo quiere, hoy puede decir que lo ama.

Dedicado a un gran amor que llegó demasiado tarde y se fue demasiado pronto

lunes, 7 de mayo de 2007

Siempre llego a lo mismo


Por: Consuelo Bulo

Siempre llego a lo mismo. Estoy cansada. Ya no quiero más, he llegado al punto en que odio todo lo que me rodea, veo a alguien feliz por la calle y los miro feo, les pongo cara de asco y me satisface tanto hacerlo, que lo hago una y otra vez. Odio también a esas parejas califas que andan por la calle dándose besos como si fueran camino para el motel. Odio cuando me dicen lo que tengo que hacer y odio cuando me insisten en el “yo te lo dije” para remarcarme en la cara que me equivoqué. Odio los discursos de la vida feliz y sin drama. Estoy odiando todo y el problema es que llegué a odiarme a mí.


Estos días he estado bien, dentro de lo que he podido. Hace menos de un mes que se fue mi pololeo a la cresta y con eso la vida al suelo. En la universidad me está yendo mal, tal vez como nunca. Me siento incapaz de resolver un problema más, ya me basta con los que tengo, pero lo peor es cada día llega algo nuevo de que preocuparme y me voy cargando una y otra vez de odio, de pena, impotencia y agonía al sentir que muero lentamente en esta vida que ya no es vida.
Estoy cansada de ponerle la cara a todo el mundo. Todos piensan que soy una mujer feliz, pero supieran.


Infeliz tampoco soy, pero pucha que llevo heridas en el corazón y cosas en la mente que me encantaría olvidar. Como el mismo sufrimiento que me ha hecho ponerme este escudo de ser una persona fuerte, invencible. Pero muchos se aprovechan de eso, y no se imaginan el daño que me hacen por dentro. Pero mi orgullo no permite expresar ese dolor y lo guarda para acumularlo con algo más, en este cajón fin fondo como lo son mis penas.
Tengo tanto que escribir, pero ni una palabra conceptualizaría lo que hoy siento. Podría decir mucho pero sólo me basta con decir que esta vida ya no la quiero vivir.


/Consuelo Bulo G.